Inicio > Vicios y placeres > Y Tinder se hizo arte
Las aplicaciones de ligue propician un cruce explosivo de sexo, identidad y representación. Normal que cada vez más artistas las utilicen en su obra.
Las aplicaciones de ligue como Tinder o Grindr generan una especie de confidencia tácita. Creamos perfiles en los que inventamos una personalidad digital, ya sea extrovertida, directa y cortante o misteriosa, difusa y transgenérica (porque los órganos sexuales se quedan al otro lado de las pantallas). La sospecha de no saber realmente quién es ese perfil nos hace desconfiar, pero nos relaja el hecho de que los otros usuarios buscan lo mismo que nosotros. Este único vínculo nos protege de la vulnerabilidad de saber que estamos expuestos. Pero una cosa es saber que nuestro perfil vive, agazapado en las pantallas de los otros, y otra que nuestro perfil podría proyectarse a tamaño gigante sobre una pared en un lugar público.
Algo así quiso contar Dries Verhoeven, que tuvo que apagar la gran pantalla de su performance Wanna Play? (2014) después de cinco días por las constantes quejas recibidas. El artista se metió en una habitación-escaparate en Berlín donde cualquier transeúnte podía verlo las 24 horas del día conversando e intercambiando fotos con otros usuarios de Grindr. Uno de los usuarios que chateó con él sin saber que sus mensajes iban a ser expuestos y proyectados sobre una pantalla gigante, Patrick Tilghman, describió la experiencia como “violación digital”. Tilghman descubrió que formaba parte de una elaborada performance cuando se plantó en el lugar en el que le había citado el artista, la galería HAU de la capital alemana, y vio sus propios chats ampliados hasta ocupar toda una pared. La saga acabó con la muestra cancelada y con Verhoeven expulsado de Grindr, que se vio obligado a emitir un comunicado: “Aunque Grindr apoya la cultura, lo que ha hecho Dries Verhoeven es atraer a usuarios de Grinder bajo premisas falsas, lo que supeone una invasión de privacidad y un problema de seguridad”.
Tinder In también generó cierta controversia porque Depoorter usó fotos de personas reales que recopiló usando sus propios perfiles y nos les pidió permiso antes de exponerlas en una galería de París. El artista admitió en varias entrevistas sentirse algo incómodo por la dimensión que estaba dando a unas imágenes que no le pertenecen pero a la vez señala que todo lo que uno cuelga en las redes y las aplicaciones de contactos es de dominio público. Richard Prince se acogió a la misma defensa cuando expuso sus New Portraits el año pasado. Se trata de fotos simplemente sacadas de Instagram y ampliadas que ha llegado a vender en la feria Frieze por 88.000 euros. Prince que, en justicia, ha basado casi toda su obra en la reapropiación explicó en su blog la génesis de sus retratos: “Le pregunté a mi hija por Tumblr. ¿Son fotos tuyas?, ¿de dónde las has sacado?, ¿necesitas permiso?, ¿cómo la has cortado? (…) Y y qué hay de todos esos seguidores?, ¿es gente que conoces?”. Prince también explica que llegó un momento en que su iPhone se convirtió en su estudio. “Ignoré Tumblr, Facebook nunca me interesó, pero Instagram…”.
Volviendo a las aplicaciones de contacto, se suele señalar lo brutales y superficiales que resultan porque se escoge pareja (aunque sea para cinco minutos) sólo en función de la imagen, pero no es del todo cierto. En el momento en que se hace el match, entra la letra en forma de chat, generalmente con una ortografía y una sintaxis propia que no se dictan precisamente por el DRAE. La artista Edurne Herrán, nacida en Alemania pero afincada en Madrid, ha encontrado un filón humorístico y en su proyecto Love me Tinder, Love me true hace una oda al corrector ortográfico. Recupera frases mal escritas, las lleva al cañamazo para bordarlas en punto de cruz y resaltar con la típica línea roja del Word las atrocidades del pretendiente. Las expone actualmente en la galería Fernando Pradilla de Madrid, dentro de la muestra Sólo es sexo.
En la misma exposición, que recreaba un cuarto oscuro, estaba también representada la obra de Santi Ruiz, que ha creado una falsa aplicación de ligue llamada 100% masculino y en la que pretende lanzar interrogantes (y dardos irónicos) a la construcción de la masculinidad que se hace en estos espacios. “Me resulta especialmente llamativo comprobar el carácter de muchos de los perfiles de hombres homosexuales. Hablan de sí mismos como tipos masculinos que desean conocer a otros que también lo sean, y comparten aparentemente una idea muy precisa de lo que es la masculinidad: parecer heterosexual, mostrarse rudo, incluso agresivo, despreciar aquello que no es de su agrado -lo femenino, la “pluma”- y, en ocasiones, lucir un cuerpo fuerte y musculado. Una imagen similar a la del macho dominante tan común hace unas décadas”, explica en su web. Mietnras que los heterosexuales “pretenden atraer a las mujeres de una forma muy diferente: apelan a su sensibilidad, a la diversidad de sus aficiones, a su buen humor… Unas características que no hace tanto tiempo serían ignoradas por miedo a ser calificado como poco viril”.
La propia Grindr, que tanto juego da, está empezando a colaborar con artistas en su intento de venderse como algo más que la aplicación del sexo rápido entre hombres. Hace unos meses, ofreció el desfile de J.W. Anderson por streaming y más recientemente produj un vídeo con el artista y actor porno Colby Keller en el que este aparecía desnudo recitando el famoso monólogo del segundo de acto de cómo gustéis de Shakespeare, para celebrar los siete años de la aplicación y los 400 del dramaturgo. Keller, que ha protagonizado campañas de Vivienne Westwood fotografiado por Juergen Teller, está inmerso en el proyeco Colby Does America, que consiste en grabar un vídeo porno en cada estado de la Unión y cuenta que suele usar Grindr para encontrar a los modelos, actores y otros profesionales que le ayudan a filmarlo. Así que al final va a resultar que Grindr y LinkedIn no son tan distintas.
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