Proteste con ingenio. Salve al planeta a carcajadas. Las pancartas reivindicativas de hoy son una joya del sentido del humor. Por Xavi Sancho
El sistema era siempre el mismo. Durante días, semanas, unos señores se encerraban en una habitación y discutían acaloradamente sobre cuál debía ser el lema de la protesta que organizaban. Finalmente llegaban a un acuerdo. El texto se imprimía en una pancarta que se limitaban a sostener los representantes de esas organizaciones, que formarían la cabeza de la manifestación. Las protestas no solo tenían un fin, sino que también tenían una forma. Hoy, en cambio, una manifestación con una cabecera organizada no ha entendido el siglo XXI. Incluso podríamos decir que su destino es volver al siglo XX.
“La política y la cultura pop cada vez se mezclan más. Especialmente desde que la política se convirtió en una forma más de entretenimiento”, comentaba a The Washington Post Randall Lake, profesor de Comunicación de la Universidad del Sur de California, al respecto de esta aproximación totalmente libre y desprejuiciada con la que los más jóvenes afrontan las protestas sobre los grandes temas que acucian a la sociedad. El modelo descrito antes ha sido tradicionalmente asociado a las protestas europeas. Nada tiene que ver con lo que se ha vivido en EE UU, donde impera el modelo sin lema único, sin siquiera cabecera.
La universalización de este nuevo formato de protesta tiene que ver con una nueva sensibilidad y una vocación de desdramatizar el concepto manifestación. Desdramatizar no significa despolitizar, ni siquiera banalizar. De hecho, es todo lo contrario. Las imágenes de grupos de chicas pasando la tarde anterior a la manifestación del 8M reunidas confeccionando sus pancartas inundaron las redes este año y el anterior. Sus carteles, como los de las protestas contra el Brexit, o el cambio climático, o en defensa del movimiento Black Lives Matter, se han convertido en uno de los elementos estéticos que mejor van a definir esta era. Es tanto el objetivo de la protesta como la forma de protestar. “Esta forma de cartel se hizo popular gracias a la fotografía, se desarrolló con la televisión y ha llegado a su apogeo gracias las redes sociales”, comentaba recientemente Ralph Young, profesor de la Universidad de Temple y experto en formas de manifestar el disenso.
Homenajes a las Spice Girls, analogías con los muebles de Ikea, infinitas referencias a La Guerra de las Galaxias, los Simpsons, Juego de Tronos o Harry Potter en todo tipo de protestas han inundado las calles los últimos años. Hoy, pues, uno sabe que está frente a un tema candente, importante y vital para nuestro futuro (feminismo, cambio climático…) cuando se topa con carteles originales, creativos y llenos de intención. Cuando ve a cuatro carcamales sobre un escenario en la Plaza de Colón, sabe que aquello que piden forma parte de lo que podríamos definir como el pasado.
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