La maternidad ha salido del confín de los hogares para llegar a los espacios políticos. Ahora las madres son también mujeres. Y con voz propia. Por Paola Aragón Pérez
A pesar de que parezca una afirmación incómoda, la maternidad es un campo de batalla. Tener descendencia –biológica o no– y asumir las responsabilidades ligadas a la crianza de hijos e hijas es una empresa en la que, nada más embarcarse, las mujeres quedan inevitablemente expuestas. Ante sí mismas y ante una mirada social que las escruta con poca piedad, muchas expectativas y demasiadas exigencias. A lo largo de la historia, la capacidad reproductiva de las mujeres ha sido manoseada, explotada y utilizada por todos, excepto por ellas mismas, en pro de los intereses de a quien le saliese a cuenta en cada momento. Y después, los roles de género tradicionales acabaron relegando a las mujeres, madres o no, al ámbito privado del hogar, y fueron –y siguen siendo, ellas en su mayoría– quienes asumen las responsabilidades del cuidado y la crianza.
Por eso, el tema de la maternidad no ha pasado de largo ante el movimiento feminista, y ya en 1976 Adrienne Rich publicaba Nacemos de mujer, uno de los primeros volúmenes que trataba de abordarlo en toda su complejidad. Desde entonces, han sido muchas las autoras que han puesto sobre la mesa la diatriba que supone convertirse en madre en esta sociedad, ampliando el debate y pluralizando los puntos de vista de cómo vivir la maternidad desde una perspectiva revolucionaria. “En la actualidad siguen vigentes unos ideales de madre que son inasumibles para las mujeres, pero útiles para el sistema patriarcal, liberal y productivista”, denuncia Esther Vivas, periodista, madre y autora de Mamá desobediente (Capitán Swing, 2019). “Por un lado, el de la madre abnegada y sacrificada, donde el fin último de la mujer es cuidar de las criaturas; por otro, parece que la alternativa es ser una supermamá que está al 100% disponible para el mercado de trabajo, con lo que la crianza queda en un segundo plano”, continúa. “De hecho, convendría hablar de maternidades en plural, ya que hay tantos modelos de maternidad como mujeres”, defiende.
Y aquí es donde surge el primer punto de discordia: ¿quién eres, qué queda de lo que eras y qué se supone que debes ser una vez que te has convertido en madre? Nuria Labari, periodista, licenciada en Ciencias Políticas y también madre ha publicado La mejor madre del mundo (Literatura Random House, 2019), en cuyas páginas reflexiona a través de una narración ficcionada –aunque muy realista– sobre este aspecto. “Cuando tenemos hijos, tanto el sistema como nuestra identidad saltan por los aires”, afirma Labari. “El capitalismo asocia el éxito al dinero y al poder social y desde pequeños todos nos preparamos para esa carrera; sin embargo, existe la madre trabajadora, pero no existe el padre trabajador”, puntualiza. “A una mujer se le exige ser madre por encima de cualquier otra cosa y todas sus prioridades deben verse alteradas, mientras que los hombres mantienen su identidad intacta después de ser padres. Solo añaden una nueva categoría”, analiza. Por ello, para Labari lo importante es “sacar el tema de la maternidad a la calle y a los libros, para restar ese deber ser maternal que nos inunda y que se cuela hasta en nuestra manera de vivir el sexo”.
En esta línea, Esther Vivas añade que “ser madre implica poner patas arriba tu vida cotidiana y tu vida profesional, e implica contradicciones y ambivalencias que generan un sentimiento de culpa que, a menudo, tratamos de esconder”. “Es importante hablar de estas contradicciones, de que no hay nadie a quien quieras más que a tus criaturas pero que a veces no puedes más con ellos. Aceptarlo es la mejor manera de tener una buena experiencia materna, para evitar que el sentimiento de culpa sea constante”, propone Vivas.
Sin embargo, el conflicto que rodea al hecho de ser madre no se queda únicamente aquí. A todo lo que tiene que ver con mantener vivas las multiplicidades del yo y no quedar absorbida por la transformación de mujer en madre de, se suma la realidad ineludible de que a las mujeres-madres también les gustaría poder disfrutar de su nueva condición. Y tener para ello capacidad de decisión. En el seno del feminismo, de hecho, existe un amplio debate a la hora de decidir cuál es el mejor modo de enfrentar este problema, sobre todo en lo relativo al denominado lactivismo, que llama a dar el pecho como acto de subversión. Vivas incide en que “hay que reivindicar el parto respetado, y la lactancia materna, porque son prácticas que ponen en el centro la capacidad de decisión de las mujeres”. Para ella, “la lactancia materna es profundamente feminista, porque cuando damos la teta lo hacemos al margen de los intereses del mercado”.
Hay sectores, no obstante, que creen que estos argumentos pueden caer en lógicas excesivamente esencialistas fuera del alcance de todas las mujeres, construyendo nuevos dogmas que acaban por perpetuar las imposiciones. “A falta de un modelo sostenible de crianza están apareciendo reacciones de todo tipo; en la maternidad, a falta de una naturalidad real, intentamos a veces imponer otra que puede ser excluyente”, remarca Labari. Aunque si existe algún consenso entre todo el movimiento es que el contexto para maternar, como llaman en el ámbito feminista al cuidado de la infancia, no es el adecuado. “Vivimos en un entorno socioeconómico hostil al parto y a la crianza”, lamenta Vivas. “Hay que crear unas condiciones socioeconómicas favorables a que las personas puedan plantearse tener hijos e hijas, sin precarizar el mercado laboral y la vivienda y sin recortar en servicios públicos”, argumenta. Para Labari, “la maternidad afecta directamente a la calidad de nuestra democracia, por lo que es un trabajo político de todos”. Vivas recalca que no es “una responsabilidad individual de las mujeres: hay que empezar a maternizar la paternidad, así como tratar la maternidad desde un punto de vista colectivo”. Y concluye que, en definitiva, “la maternidad feminista es reivindicar un modelo que se rebela contra los ideales establecidos, para vivir la experiencia materna sin idealizaciones, pero señalando su importancia social, política y económica”.
Para ampliar tu biblioteca feminista, te recomendamos los siguientes títulos:
2. ‘Maternidades subversivas’, María Llopis
3. ‘La lactancia materna’, Beatriz Gimeno
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