Hasta el momento lo hacía en casas de amigos y en alguna película; ahora graba un disco y lo presenta al público. Siempre con su fiel guitarra. Por A. R. de Celis
Sin duda, la numerología ha conocido tiempos mejores en términos de credibilidad, pero hay ocasiones en las que resulta del todo imposible desoír el mensaje que los números tratan de transmitirnos. En el caso de la actriz y cantante Manuela Vellés, el 2 se impone sin excesivo esfuerzo: presenta este noviembre su álbum debut –titulado Subo Bajo– y la película Alegría, tristeza, dirigida por Ibon Cormenzana, en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Todo remite a la dualidad. “¡Absolutamente! Las cosas se forman siempre con al menos dos elementos complementarios. Se trata de un encuentro afortunado, pero seguramente no casual. Cierro un período y abro otro, y por eso tenían que ser dos lanzamientos a la vez, imbricados [una de las canciones del disco suena también en la banda sonora del filme]. Pero es que la vida es exactamente así…”, nos dice por teléfono. Pese a que va en coche, su voz suena casi tan firme como en el disco, una primorosa colección de canciones compuestas e interpretadas por ella, que no duda en definir como “el proyecto más importante y al que más tiempo y trabajo he dedicado en mi vida”. Y eso que, desde que debutara de la mano de Julio Medem en Caótica Ana hace poco más de una década, no ha parado. En cine y televisión, y a veces cantando: “Sí, lo había hecho en varios trabajos como actriz. En Camino, Buscando a Eimish o Velvet. La música me ha acompañado siempre, y desde los 15 años compongo porque me hace sentir bien. Por eso el disco ha surgido de forma muy natural: no había más que grabarlo para que existiera”.
Su colega Leonor Watling ha reflexionado hace bien poco sobre los dos oficios que comparten, declarando que “una cantante actúa. Una actriz de cine obedece”. Manuela se ve a sí misma como una “transmisora de emociones”, ya sea con un gesto o con un acorde. “Pero, como actriz, participas en proyectos que no son tan tuyos. Somos instrumentos para contar historias de otros. Y ahora, con la música, al compartir mis historias las traslado al público, que las hace suyas. Que alguien te abrace con lágrimas en los ojos después de un concierto porque has cantado su vida sobre el escenario es lo más bonito que te puedepasar”. Y eso engancha, claro. “El año que viene estreno otra peli, y tengo también un nuevo proyecto del que aún no puedo hablar, por eso no puedo plantearme una gira más planificada y continua. Aprovecho los huecos en mi agenda. Pero voy a pasear el Subo Bajo todo lo que pueda…, conciertos íntimos, en formato de guitarra y mirada a los ojos. Ya he tocado en Madrid, Barcelona o Zaragoza, y ahora vienen Pamplona, Sevilla y Málaga. En salas pequeñas con algo especial. No sé muy bien a dónde voy con todo esto; es un regalo a mi misma”. Bueno, y a todos nosotros. De nuevo la dualidad: una artista y su público.
Artículo anterior
Artículo siguiente