Nadie en la industria americana quiere al republicano. Estas son sus razones de peso
Una obra del artista Valentín Toledo, presente en su libro ‘USA’ (Disparo Ed.).
SON LOS QUE MÁS MODA CONSUMEN en el mundo. Un total de 380.000 millones de euros durante el pasado año. Por encima, incluso, de China. Pero las firmas americanas, que una vez, allá por los ochenta y noventa, dominaron el mundo, están pasando por una crisis de identidad. O estaban. Ahora, desde que se ha confirmado que Trump será el próximo presidente de EE UU, diseñadores, empresarios y analistas han pasado de la crisis al pánico. Antes de las elecciones el problema era, por un lado, la caída del fast fashion local (GAP, Wallmart…) frente al europeo (con Inditex y H&M a la cabeza) y, por el otro, el pequeño declive de las firmas estadounidenses en el exterior. Después del sorprendente 8 de noviembre, dichos conflictos han pasado a ser minucias. “Me preocupa la postura de Trump sobre la inmigración y cómo esta afectará a la fuerza de trabajo del sector textil y a los estudiantes extranjeros que vienen a aprender moda. Me preocupa la imagen de las marcas fuera de nuestras fronteras. Me preocupan sus ideas acerca del comercio y el modo en que impactarán en la cadena de suministros”, escribía Stephen Kolb, presidente del Consejo de Diseñadores Norteamericanos (CFDA) poco después de conocer el veredicto popular. Sus palabras resumen los principales temores de la industria: Trump tiene una marca de moda que se confecciona en China pero, irónicamente, odia al país asiático y planea implantar una política muy ajena al tratado de librecomercio con el Pacífico. De libre circulación de personas mejor ni hablamos. Si el lujo europeo teme los aranceles, el americano tiembla al pensar en los costosísimos sistemas de producción y, sobre todo, al imaginar lo que dirán de ellos en el exterior, ahora que su pueblo ha optado por el señor Trump como nuevo guía. Hace un par de meses, la revista económica Modaes dedicaba su número trimestral al negocio de la moda estadounidense. “En EE UU el vasto mercado interior resulta suficiente. No es necesario exportar tanto como en Europa”. Hoy sus afirmaciones penden de un hilo.
“Si me preguntan si los mercados se recuperarán después de este día, mi respuesta rápida es: nunca”. Así de tajante sonaba Paul Krugman, experto en economía de The New York Times, cuando las bolsas cayeron tras la noche electoral. Pero además la moda es, a grandes rasgos, la hija perfecta del sistema capitalista. Una maquinaria muy bien engrasada que juega con los deseos y las necesidades de manera magistral. Y si en el mundo en general la imagen lo es casi todo, en Estados Unidos en particular este negocio es una parte fundamental de su idiosincrasia. Anna Wintour, Diane von Furstenberg, Marc Jacobs… no sólo dicen públicamente de qué lado están, también financian las campañas demócratas. Hillary Clinton, además, es (¿o era?) la niña mimada de diseñadores y empresarios. En 1995 fue la primera consorte en ocupar la portada de Vogue. En 2016 fue la primera candidata para la que dicha revista pedía explícitamente el voto. Melania Trump también protagonizó uno de sus números, el de febrero de 2005, pero con un enfoque muy distinto: vestida con un muy barroco vestido de novia de Galliano de 80.000 euros, se la retrataba como la ostentosa nueva esposa de un ostentoso magnate.
Y así, con el mismo rol, se augura que ejercerá como Primera Dama. No sólo porque en la campaña ha reforzado su papel de mujer de, abriendo la boca en contadísimas ocasiones, también porque luce muy pocas enseñas americanas en sus apariciones públicas. Ella es más de Gucci, de Chanel o de Balmain, en definitiva, de firmas europeas con precios prohibitivos que ella misma se compra. Atrás quedan Michelle Obama y su magistral uso de la industria local como vehículo de expresión. Muy atrás quedan Jackie Kennedy y su imagen de promotora de la nacional. Melania no quiere enseñar a los americanos que la moda es un asunto de Estado, prefiere demostrar que es un asunto de clase social. Al cierre de esta edición, ninguna marca local ha mandado una nota de prensa expresando su orgullo por vestirla.
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