Una serie de HBO ha puesto a la premio Nobel de Literatura de 2015, Svetlana Aleksiévich, a dar explicaciones. El traductor de su último libro la hace salir de su dacha en pleno verano para charlar con ‘Fashion & Arts’ de ‘Chernóbil’, esa ficción inspirada en su libro en la que por error no se la menciona. Por Jorge Ferrer
Tuve a Svetlana Aleksiévich muy presente mientras veía la serie que Craig Mazin creó para HBO. Unos meses antes habíamos conversado en Berlín acerca del periodismo, la ficción y la verdad. La serie aborda con especial énfasis esta última cuestión y aunque está claramente inspirada en la filosofía del libro de Aleksiévich Voces de Chernóbil. Crónica del futuro (Debate, 2015) su nombre no aparecía en los créditos. Concluida la emisión, la llamé a su casa en Minsk para mantener una charla sobre la serie.
Fashion & Arts: El mundo entero tiene los ojos puestos en Chernóbil. ¿Quién nos lo iba a decir?
Svetlana Aleksiévich: Estoy muy contenta de que se haya hecho por fin una serie sobre Chernóbil. Es una serie estupenda. Llevo muchos años intentando encontrar creadores con talento para lograr algo así. Ha habido otras aventuras cinematográficas que no carecen de aciertos, pero pasaron inadvertidas. Esta serie ha tenido una gran resonancia. Acabo de estar en Alemania y Polonia, donde los jóvenes no paran de hablar de ella. También las ventas de mis libros se han disparado, así que estamos ante un gran éxito sin duda alguna.
F&A: ¿Es la historia de Chernóbil la mejor que usted ha
contado?
S.A.: Es uno de mis libros preferidos, sí, junto con La guerra no tiene rostro de mujer (Debate, 2015)
F&A: ¿Cómo ha sido recibida la serie en Bielorrusia, Ucrania y Rusia?
S.A.: La ha visto mucha gente, sobre todo jóvenes. En Rusia atacan mi libro desde las posiciones del nuevo patriotismo que abunda allá. Lo ha dicho muy bien el creador de la serie: no entiende qué es lo que defienden los rusos, porque es como si los alemanes defendieran las ideas del nacionalsocialismo. Y como me consideran rusófoba, dicen que era de esperar que una serie llena de calumnias saliera de un libro mío.
F&A: Y parece que se disponen a responder…
S.A.: ¡Eso es lo más gracioso! Han anunciado que harán su propia película en la que agentes soviéticos capturan a un espía norteamericano en Chernóbil. ¡Es increíble! ¡Han pasado 30 años, se supone que los tiempos han cambiado, pero las ideas que esta gente enarbola son las mismas de entonces! Algo parecido vimos en la prensa, donde las primeras reseñas eran muy entusiastas, hasta que las consignas del Kremlin surtieron efecto. Comenzaron los reproches, las acusaciones de inexactitud. Se olvidan de que la serie es a la vez una película de ficción y un documental.
F & A: Cuando hablamos de Chernóbil surge enseguida la palabra “accidente”, que lo relativiza todo…
S.A.: Decir que lo que sucedió en Chernóbil fue un accidente es pasar por alto lo principal: fue una catástrofe. Sacudió todas nuestras nociones acerca de la ciencia y el rol del hombre en el universo. Me ha dado mucha pena que la serie ponga tanto énfasis en el rechazo al régimen soviético y sus mentiras. Habría preferido que subieran al peldaño siguiente y explicaran que con Chernóbil entramos en la época de una nueva realidad que todavía no somos capaces de asimilar. En mis primeras visitas a Chernóbil experimenté esa sensación de catástrofe, pero me costaba encontrar las palabras para describirla. La literatura no podía ayudarme. La historia tampoco. Por eso no pudo haber una recepción intelectual de Chernóbil: el mundo de la cultura pasó por alto aquel suceso y no dio la voz de alarma de que la civilización había emprendido una vía suicida.
F&A: Fue un momento crucial en el que se puso en cuestión la noción misma de progreso…
S.A.: ¡Claro! Habíamos llegado a un punto en el que el progreso era equiparable a la guerra. Recuerdo a una anciana en Chernóbil que se resistía a ser evacuada. Cuando me vio en medio de los militares me dijo: “Aquí no puede estar pasando nada, hijita. Mira cómo brilla el sol, como pían los pajarillos. Si pude sobrevivir a una guerra, rodeada de gente extraña, ¿cómo no voy a sobrevivir ahora rodeada de mis soldados?”. Me di cuenta de que debía explicarle que aquello era una guerra, hacerle entender que lo que veíamos era el resultado de nuestra guerra contra la naturaleza. Que esta comenzaba a devolvernos el golpe y que cada vez nos veríamos confrontados con mayores catástrofes como aquella. Por eso titulé mi libro Crónicas del futuro.
F&A: ¿Qué nos enseñó Chernóbil?
S.A.: Hace poco estuve en Fukushima y da la impresión de que allí se ha repetido la misma mentira. De Chernóbil no se extrajeron las experiencias debidas, no. ¡Ojalá que esta serie ayude a los jóvenes a cultivar un pensamiento ecológico más activo, que las obligue a tomar consciencia de la catástrofe!
F&A: A muchos les ha sorprendido la manera en que la serie refleja de una manera muy precisa el mundo soviético.
S.A.: Sí, lo hicieron tremendamente bien. Y esa representación fidedigna del entorno material es algo magnífico porque dota de mayor credibilidad a la historia. Uno piensa que si fueron fieles al decorado, lo fueron también al relato de lo que allí sucedió, a las palabras que allí se pronunciaron.
F&A: Buena parte de la narrativa acerca de Chernóbil surge de su libro, porque antes de él nadie había contado algo así. ¿Cuánto de ese libro hay en la serie de HBO?
S.A.: Ahí se produjo un fallo. A mí me ofrecieron un contrato y me pagaron unos buenos honorarios. Me dijeron que tomarían unas cinco o seis historias de mi libro. Pero es cierto que el creador de la serie se mantuvo siempre atento al libro, alimentándose de su belleza y su tristeza. Y al final mi nombre no apareció en los títulos de crédito. Muchos periodistas y mi agente literario protestaron. Entonces los creadores de la serie nos presentaron sus disculpas y dijeron que aunque ello les acabe costando caro harán constar mi nombre como reconocimiento de su error.
F&A: ¿Cómo podemos aprovechar este súbito y global interés en Chernóbil?
S.A.: Cuando pensamos en Chernóbil nos situamos más allá del bien y del mal, está más allá del Holocausto o la guerra, porque es algo con lo que tendremos que convivir durante millones de años. Seguramente necesitaremos una nueva escala de valores, una nueva relación del hombre con la naturaleza, con la inteligencia artificial. Alcanzar un equilibrio entre nuestro potencial tecnológico y nuestras normas morales. Es una tarea para filósofos, sociólogos, artistas… Esta serie constituye la primera reflexión seria de lo que Chernóbil significa.
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